9 jun 2013

Unas tetas muy bien puestas




Género no erótico.

Mi amigo Pablo me había estado dando la lata varios años con la misma monserga: "Niña qué tetas más bien puestas".
A mí me tenía bastante preocupada el que él se sintiera de menos a mi lado. Yo no tenía la culpa de que él no tuviera tetas, pero, al fin y al cabo, era un amigo del alma física y psíquica.
Yo, por más que me miraba, no veía ningún misterio en aquella maravilla arquitectónica (así lo consideraba él), los métodos de sujección eran exactamente los mismos que los que pudiera tener cualquier otra colega de fatigas. Pero decidí ser generosa y hacerle un buen regalo para su cumpleaños.
No, no os vayáis a reír, que no es nada fácil cortarse las tetas con un cuchillo de cocina si no está bien afilado. Se pueden quedar cortes con laceraciones y resultados antiestéticos. Fue un poco doloroso, pero mi amigo bien valía un peine. He dicho peine.
Las tetas además son muy suyas. Bueno, son mías, pero tienen como vida propia y se escapan rebotando por donde han venido con una caída y una elasticidad mal calculadas, son advenedizas y se adaptan con dificultad a los designios de quien desea retenerlas. Tuve que luchar un rato largo para lograr algo decente. Finalmente lo conseguí. Y me alcé triunfal, algo ensangrentada pero triunfal, con el tesoro. Corrí a congelarlas para evitar deterioros por efectos del irreverente tiempo.
El día de su cumpleaños, mi amigo me recibió con los brazos abiertos. Siempre me había dicho con una risa que yo no acababa de comprender que siempre estaría dispuesto a besarme si yo prometía no mover las tetas. Y en este caso cumplí sus deseos. No las moví. Las llevaba empaquetaditas en una cajita isotérmica y las mantuve quietas mientras él me besaba con parsimonia y algo mosqueado.
Me miró y me notó rara. Como si no me reconociera.
Yo le dije "¡Sorpresa! ¡Feliiiiiz, feliiiiz en tu díiiiaaaa!" Y con mi escopeta de silicona en ristre, la que usaba para las losetas sueltas del cuarto de baño, me dispuse a dejar bien pegadas en su pecho mis tetas. Pero no había contado con un accidente topográfico: él tenía pelo, mucho pelo, y las tetas se quedaron a medio pegar, como colgadas de un balcón, algo mustias y desoladas.
Aunque he de decir que por fin pude comprender el tono de admiración que mi amigo siempre había traslucido cuando, con esa cara de arrobo, me dediqué a abrazarle yo.

Foto http://www.blogdehumor.com/category/fotos-graciosas/



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